Arianna Bañuelos Zetina
(A propósito de pensar en las rubias como un discurso social: natural vs artificial; me detuve a observar luciérnagas).
– Hola, soy Dios- me dijiste. Tienes cinco sentidos y hoy te quito uno. ¿Cuál escoges?
– No sé responder a eso. Aunque definitivamente, no escogería la vista.
– ¿Y si me quedo ciego por ejemplo? ¿Y si de un augurio no te veo? Orillado a 70 años de ser escritor, al mediodía, en la mañana, en la noche.
– ¿Y si mis ojos fueran los únicos capaces de me conmoverme con luz propia? Por ejemplo; en una noche inmensa, ser un hilo que se extiende como telaraña, hasta aquella estrella que nos mira; y en la obscuridad, ser los pies que corren e impulsan la vida.
– El tú en los versos siempre es alusivo a la inquietud errátil. Las luciérnagas emiten una luz que les servirá para aparearse. Sin embargo, la animación de cosas extraordinarias proviene de una luz artificial, una concentración de calor mínima.
– Esa antigua metáfora que yo dije una vez: dialogar, mentir, influir en la mera contemplación. Aún si fuera un hálito de fantasma, la codicia apetece la eternidad. Observación. Hay héroes que encienden salmos. Hay casinos que piensan en belleza, con alguna intimidad que yo conozco.
– Todo depende de la inevitabilidad. A fuerza del constructivismo se añade la alegría. Esa visión que es una pupila, de cualquier Dios, invitada a creer que por sí sola te posee. Yo me atrevería a rehacer la raíz; ser el tronco, la leña, la corteza. En algún punto la belleza es sutilísima (a fuerza de metáfora).
– Hasta que nos vamos creyendo que el sueño es otra cosa. Esta ciudad siempre abierta, y cada una de sus puertas hecha del dolor, sufrimiento, y finalmente, muerte. ¿En qué basas tus juicios?
– En el mito de la luciérnaga.