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Archive for 15 de octubre de 2009

parís 1725

—el término minueto ha sido adaptado del italiano minuetto y del francés menuet, diminutivo de menú, que proviene del latín minutus (diminuto). no hay consenso entre los expertos, pero hay quien afirma que el término se refiere a los ‘pasos diminutos’ (pas menús) con que se baila esta danza:  lenta y ceremoniosamente—


me disculpe el azar por llamarlo destino

perdóname, destino, si estoy equivocada

que la dicha no se moleste por considerarla mía

que mis muertos no sepan que son sólo un destello en mi memoria

.

ojalá el tiempo se muestre comprensivo

por la cantidad de mundo en que no alcanzo a detener la mirada

.

perdóname, viejo amor

por entregarme al nuevo como si fuera el primero

oh, batallas atroces y distantes,

permítanme llenar la casa de flores

.

heridas tiernas,

disculpen si no puedo evitar arrancar su costra

.

habitantes del abismo y del infierno

paolo, francesca, raquel, minos

detengan un segundo sus tormentos

y consientan esta tarde que la abuela

nos deleite con su más dulce minueto

.

shhh

que son las cinco de la mañana y no quisiera

que los que esperan el tren en una estación helada

se enteraran de mi sueño profundo y suave

.

disculpa, esperanza herida

si de vez en cuando río a carcajadas

que me perdonen los desiertos

por no correr hacia ellos con un balde de agua en cada mano

.

y tú, bello halcón

la misma ave en la misma jaula desde el principio de los tiempos

siempre quieta / la mirada fija en las rejas que te encierran

absuélveme, como el animal disecado que eres

.

que el árbol caído no deteste

la mesa de madera en la que escribo

.

grandes preguntas, disculpen

las triviales respuestas que imagino para ustedes

Verdad :

(tu V mayúscula tan dura)

no me hagas nunca demasiado caso

solemnidad:

no te instales como un lastre en mis rodillas

permite, oh gallardo misterio,

que desmenuce tu blanda carne con mis dedos

.

no me insultes, alma mía,

por no saber acomodarte en este cuerpo

discúlpenme todos por no saber estar en todos lados

no me culpes, lenguaje, solo pido

que me ofrezcas tus palabras más brillantes

que despierto a veces con unas ganas

implacables de largarme

y las necesito para iluminar la travesía.

no sé cómo me atrevo a disculparme

qué descaro tengo y qué torpeza.

.

* el original, que es infiel a esta traducción, se llama “w małe gwiazdki” y fue bellamente escrito por wislawa szymborska. está acá. la persona a quién está dedicada ya lo sabe.

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por Raúl Bravo Aduna

a M, que es lo que sea que

un sol siempre ha cantado

Libros dedicados, en mis libreros, sobran. Digo “sobran” no porque sean muchísimos, sino porque hay algunos que bien podrían prescindir de las garrapatas trazadas en sus respectivas páginas dedicadas. Ayer, el ocio y la búsqueda de palabras para este espacio me llevaron a contarlos: son 49. Algunas de las dedicatorias son bellísimas y muy creativas. Otras son trilladas, repeticiones acaso del escritor que ve a la dedicatoria como un género menor, en el que no vale la pena innovar, sino que, por el contrario, lo que hacen es redundar (cambiando solamente el nombre del dedicatario) alguna frase “ingeniosa” que ya le funcionó alguna vez. Hay otras, hermosas también y llenas de significado, que el tiempo y el dolor han decidido mejor borrar. La peor, sin duda, se encuentra al principio de un librito de Morris Berman en la que solamente escribió su nombre, debajo de su nombre impreso (no es broma).

Tengo particular cariño a tres de esas dedicatorias (estuve tentado a escribir quiénes fueron los dedicadores, pero mejor los dejo con el suspenso —já) . Incluso, en momentos de desesperación en los que ni siquiera sé quién soy, recurro a ellas para darme, tal vez, cierto confort espiritual (sale más barato que un libro de superación personal o terapia con algún psicólogo de Polanco). Recuerdo, cada vez que miro esos trazos de caligrafía muy distantes de la perfección, cómo lo escribieron, el cariño que le impregnaron. Sé, por supuesto, que ellos no tienen la menor idea de lo que significan para mí. Pero siempre les estaré agradecido por esas breves palabras, capaces de conmover hasta los entresijos más ocultos de mi ser; superiores, inclusive, al 90% de las novelas, poemas, etcéteras que he leído.

Y es que las dedicatorias son magníficas. Ya lo dije cuando propuse el tema de la semana: sirven para sentir que un pedazo de este mundo, tan ajeno a nosotros, nos pertenece. Andamos por la vida personalizando todo, y dedicándolo también. Pero, siendo honestos (si acaso eso es posible), ¿cuántas de esas dedicatorias en verdad contienen un significado? Basta con revisar nuestro acervo dedicatoril para darnos cuenta que algo así como el 97.3198536% de las canciones, poemas, libros, lugares, frases, etcéteras que nos han dedicado, pasan al olvido, sin pena ni gloria. Así como llegaron, desaparecen.

Desde hace tiempo, tenía cierta fijación: quería que alguien me dedicara algún poema de e. e. cummings. Y sucedió, precisamente, hace poco. Además, fue uno bellísimo y de mis favoritos. Me quedé sin palabras, sin respuesta. Quisiera poder dedicar algunas palabras, a M, como agradecimiento por su dedicatoria; pero no puedo. Me es imposible. Claro ejemplo de lo que digo es esta monserga, que ha perdido toda su intención, desde la primera palabra que tecleé.

Para M, nada más, así que chismosos y agregados culturales absténganse de leer lo que sigue:

Sólo puedo dedicarte la imposibilidad de dedicarte algo. No te dedico palabras, te dedico, más bien, los pensamientos que imposibilitan su articulación. Te dedico cómo inmuté cuando leí aquel poema (con tu voz impresa en él); y créeme: por absurdo que parezca, eso es muy superior a las palabras de cummings mismo.

A veces, la dedicatoria más importante es aquella que permanece en silencio, en perfecto mutismo.

cummings' Moon

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